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El imperio accidental

Abrió la puerta de la cafetería, saludó aquellos conocidos, se sentó, pidió un té con limón, empezó a hablar y escuchó. Miró el suelo, como objetivo primordial fingió que había aprendido la lección, que los papeles no se tiran al suelo, pensó... Salió y subió a un taxi, llegó al aeropuerto, se dirigió a la terminal, subió a un avión, despegó. Piamond atravesó paralelos y medidianos hasta llegar al altiplano de Gabriel López y, desde el aire, acotó en su mirada gran parte de la faz de la tierra para comprender que las cosas eran grandes y pequeñas al mismo tiempo.

Piamond había conseguido salir de la dinámica de las situaciones y, tras aterrizar, observó la sombra chinesca de los árboles y las rocas. El mundo era más seguro y caminó.

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